Con el hechizo de abril – 1ra edición (Edición en Español)eBook
Autor: Álvaro Luis López LimónAl interrogarnos por el arte, su historia, su filosofía se puede constatar, sin mucho problema, que vuelve a comenzar cada día, –y no solamente– cada vez que se considera agotado, o muerto, sino que siempre, frente a la posibilidad del acto-creativo, siempre, siempre se refunda y renace. Nos hemos situado en los escenarios que apertura el arte, desde su historia hasta la impronta filosófico-poética. Recuperamos y enriquecemos escritos, reflexiones ya expuestas en congresos, eventos y foros académicos, al mismo tiempo que aceptamos la oportunidad que nos ofrece pensar desde las estéticas y poéticas de la existencia, así como habitar entre el cielo y la tierra, abrir los ojos, y construir-el-mundo ya es parte del camino. Para nosotros el arte es la filosofía que refleja un pensamiento. Vive en todos los rincones del mundo, en los ojos de quien lo mire, en los oídos de quien lo escuche, en las ideas de quienes lo transitan. El arte es la perfección de la naturaleza, el placer de un espíritu que nos revela su alma. El arte como la pintura es poesía ciega, tratando de adaptar, traducir o transcribir al lenguaje, ese fenómeno que ocurre cuando la expresión se vuelve inexpresable y únicamente se revela en-acto, cuando se respira, cuando se vive.
Nuestra introspección consta de cinco capítulos que, como puntos de fuga, se muestran, a modo de un ejercicio fenoménico- hermenéutico, de la siguiente manera: en De la sublimación del dolor como poética del deseo, capítulo primero, realizamos una indagación sobre los vínculos entre arte y sufrimiento, como ámbitos-clave para el entrelazamiento del mundo psíquico con el arte. Nos interesa meditar sobre los mecanismos de identificación, recuerdos, emociones y sentimientos que despiertan o se conmueven al contemplar una obra. En el pensamiento como pintura, como poética del instante, capítulo segundo, nos interesa arribar a ese lugar, en el que se desvela el límite de nuestro pensamiento, ante la imposibilidad de nombrar algo, sin hablar o, enmudecidos para seguir mirando las imágenes que colman nuestra emoción. En el
capítulo tercero, Leonora: con el hechizo de abril, mismo que –de alguna forma– sirvió de pretexto e inspiración para la conformación del presente texto, aquí nos sorprende la capacidad de asombro frente al arte; y como en un diálogo perenne expresamos, estar de acuerdo o no con la crueldad del mes de abril, quizá porque engendra lilas de la tierra muerta, o porque sólo sea comparable a la tiranía del mes de mayo. Un mes que dejó baldío al sueño; como ese día, ese miércoles en que se expuso la realidad, pero no cualquiera, una que nos obligó a mirar, a mirarla más allá de la mente, a colocar los ojos en las manos. Susurrándole al oído, falló la evaporación lenta, ya no me miras Leonora. Soñamos con ella, o tal vez, sin saberlo somos un sueño, la pesadilla de los otros, los espectros y las criaturas, o quizás, esa danza perenne con que sueña la tortuga. Consumiste todos los deseos. Engulliste el canto de los pájaros y los laberintos de las hojas, hiciste tuya la piel de la oveja y los fantasmas que la pueblan, comiste las flores y la sangre, las risas y la soledad, las escamas de los peces, los silencios y la crin de los caballos, fuiste la novia del viento, la estela de los lagos, la amarga mueca, la insinuación risueña de la vida y los sueños. En el capítulo cuarto, (Des)territorializarte: estéticas de la memoria, exponemos la idea de arte y su expresión como acto de subjetivación, transitamos desde la demarcación del territorio, al territorio como identidad, hasta la desterritorialización estética de la memoria. Finalmente, en la Pasión por el movimiento, capítulo quinto, deliberamos sobre la influencia del cine en la pintura, es decir, la representación del movimiento, los nuevos encuadres, el manejo artificial de la luz, la (im)posibilidad de recuperar el instante, o ese momento cualquiera, imperceptible tal vez, en apariencia irrelevante, pero consustancial a la vida que, como presente único, se expresa como un hechizo-en-acto, mismo que se despliega y se expresa ya como estéticas y poéticas de la existencia.
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